domingo, 22 de junio de 2008

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Es tan simple como definir qué, qué quiero filmar, qué quiero contar, qué quiero decir.
Mi universo es un tanto ajeno a esta ciudad.
El universo que me gustaría mostrar es el de la montaña.
La situación que escribí es un momento en el camino que hay entre la pared de roca y el auto, volviendo de escalar, un día de verano en Ushuaia, donde el sol se oculta a las diez de la noche:

Un grupo de cinco personas observa el atardecer. Cargan con sus mochilas. Uno de ellos está sacando fotografías. Se distinguen raspones y lastimaduras en sus dedos. Los otros tienen las manos en los bolsillos, o sostienen las tiras de sus mochilas con los pulgares. Sus figuras se recortan con el cielo rosa y violeta. Desde donde están parados pueden ver toda la ciudad, con las luces endendidas y el canal de Beagle. Más allá del Monte Susana se distinguen las cumbres nevadas de la cordillera Darwin, del lado chileno. El agua de la bahía se ve violeta, un poco más oscura que el cielo.
Se escucha el ruido de los camiones que pasan por la ruta, cerca de donde está el auto. Uno de los escaladores comienza a bajar; depués de un momento lo sigue otro. Luego las dos chicas del grupo se miran y observan al mismo tiempo al último de ellos que aún no se mueve. Se vuelven a mirar entre ellas y comienzan a bajar. El otro se mantiene inmóvil unos segundos más y luego sigue al resto. El cielo ya no está rosa, sólo quedan unos rastros de nubes violetas y se acerca del este el azul de la noche. Se distinguen un par de estrellas.

Esas imágenes me gustaría compartir, entre otras, pero aún no las filmé.

Eso.


Aparte: La situación que vamos a filmar aquí en BA será la del clarinetista antes de salir a escena, preparandose: arma su clarinete con delicadeza, y de forma cuidadosa y metódica. Ensaya sus notas mientras el ambiente alborotado alrededor no lo incomoda.

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